
Hace años que no jugaba al escondite, pero, esta mañana he vuelto a mi infancia para reencontrarme con una infancia, que hoy, se muestra amarga: con una infancia que les separa del resto de sus amigos, con una niñez que ya no es tan niñez.
Hace apenas mes y medio, dos "enanos" de siete años me ayudaron a salir del llanto y, hoy, esos mismos "enanos" me han hecho volver a la infancia, me han hecho buscar un sueño jugando al escondite, me han recordado que no es fácil aprender a hacer pompas con un chicle, y me han enseñado que, a pesar de todo, siempre tenemos que buscar un rato para sonreír, para gritar y para correr....
El problema es que, después de todas esas risas, de las carreras y los gritos acusando al otro de tramposo, vuelven a recordarme que ellos no tienen una infancia fácil; y vuelven a recordarme que su vida, hoy, gira entorno a dos preguntas dolorosas para todos, pero que a ellos les ayudan a sentirse algo más seguros, a sentirse menos solos... ¿tú fuiste al tanatorio? ¿y al entierro?...
y son esas preguntas las que nos devuelven a la realidad, las que provocan que ellos dejen de ser niños para convertirse en adultos, las que hacen que pierdan la luz en sus ojos y las que causan que solo sepan gritar que es injusto...
Y las culpables de que hoy solo sepan contar lo que sienten, llorando que es injusto...