"Apoyada en mi hombro, vuelve su cara hacia mí, y me sonríe un poco, y cuando respondo a su sonrisa las lamparillas del miedo que se extravían en sus ojos se alejan hacia el fondo, desaparecen entre las pestañas entornadas. La mano se libera, Anita la emplea ahora en acariciar mis pómulos y luego me besa suavemente en los labios y las mejillas, recorre mis facciones besándolas así, y al mismo tiempo yo, casi sin darme cuenta, voy correspondiendo a sus besos de la misma manera, en un juego tierno que inconscientemente se vuelve sensual.
La ventana está entornada. Un filo de claridad que viene del jardín hierve cortando la penumbra. Zumba un moscardón primerizo y extraviado en el sol. Siento que el sol debe de quemar la tierra en el jardín cercano y en las lejanas playas, en lugares donde se olvida el insidioso olor a los anestésicos del quirófano. Hay una gran comunicación consoladora en este roce de los labios que repetimos incansables, como sonámbulos, como niños que ensayan un lenguaje con los ojos y los oídos cerrados, y sustituyen las palabras por este tanteo de nuestra boca en las facciones que, de momento en momento, sentimos más nuestras. Nos decimos todo lo que no nos hemos dicho nunca con palabras, nos pedimos perdón por nuestras torpezas, por el olvido del uno al otro en que hemos caído durante tantos años, perdón por no ser niños ya y , sin embargo, tener que buscarnos como niños perdidos; tener que empezar a comprender que somos el uno del otro sin remedio, que lo hemos sido siempre y que no quisimos ni sospecharlo.Nos decimos la soledad, la bárbara mutiliación que hemos hecho separando cuerpo y alma en nuestras vidas por ese pecado de no haber sabido que teníamos que encontrarnos enteramente, ardiendo el espíritu en esa atracción que con nadie nuca hemos podido tener completa. Con nadie, nunca ha sido ni podrá ser esta verdad que nos quita poco a poco el pensamiento confuso de esa pena de no haberlo comprendido antes de ser este hombre y esta mujer que ya somos ahora, que vamos sintiendo que somos, hechos para la fusión de la amistad en la vida que recibimos el uno del otro, para el abrazo, para este beso en el que al fin se entreaben los labios de Anita para recibir mi boca. Nos estamos besando al fin en un olvido total. Boca a boca, vida a vida, juventud con juventud...."
Carmen Laforet, Al volver la esquina
sábado, 31 de enero de 2009
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