"Mira, la verdad niño mío, es que me quedo porque te necesito. Ahora sin tí me derrumbaría...Así es, yo te defiendo a ti, pero tú a mí, y juntos ganaremos nuestra guerra, te lo juro. La ganará el viejo Bruno con su compañero partisano: tú, Brunettino mío..."
Si el niño no estuviera tan profundamente dormido sentiría en su moflete de nardo la lágrima resbalada desde la vieja mejilla de cuero.
Jose Luis Sampedro, La sonrisa etrusca.
viernes, 22 de agosto de 2008
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